Un corazón late fuertemente
mientras la mente hace bromas pesadas,
nublandole los ojos con lagrimas
que muestran el reflejo de su pasado.
Era una tarde fría y gris,
se divertía saltando la cuerda,
en unos de sus saltos sus pies no sintieron el suelo
y sus ojos dejaron de sentir la luz,
cuando abrió los ojos reconoció el lugar inmediatamente,
pues es donde usualmente iba cuando jugaba a las escondidas,
al mirar de nuevo vio un hombre con una expresión
en el rostro un tanto extraña,
como si tuviera sed pero sin ganas de beber agua.
Sabía que algo malo iba a suceder,
pero la única salida estaba bloqueada por el peligro,
en un intento desesperado gritó,
y los vecinos hicieron caso omiso,
solo le quedaba llorar y esperar lo que venía,
un hombre con algunos problemas mentales,
sin piedad desgarro su ropa,
tocó su suave y delicada piel,
y sin mucho esfuerzo mató la niñez que le quedaba,
le dejó un marca permanente,
una marca que no cicatriza,
que ni el tiempo ni psicólogos pueden borrar.
Desde entonces cada vez que llora,
recuerda su llanto en esa tarde gris,
y cuando el amor de su pareja se quiere reflejar en lo carnal,
una lagrima de su pasado empieza a brotar.